Cuando el mundo se detiene: lo que vive un padre o una madre ante el cáncer de su hija

Nada te prepara para escuchar las palabras: “Tu hija tiene cáncer”.
En ese momento, todo se desmorona. El suelo desaparece, el aire pesa, y el futuro —ese que imaginabas lleno de momentos felices— se llena de incertidumbre

Los padres de niñas con cáncer viven una experiencia que va más allá del dolor físico de sus hijas. Es un miedo constante, una lucha diaria por mantenerse fuertes mientras por dentro están rotos.
Es pasar noches sin dormir, escondiendo las lágrimas, para que ellas no se den cuenta. Es aprender el lenguaje médico a la fuerza, es sentarse frente a médicos con el corazón en la mano esperando noticias que a veces no llegan.

Las preocupaciones son infinitas: ¿Cómo va a responder al tratamiento? ¿Podremos con esto como familia? ¿Cómo se lo explicamos a su hermano pequeño? ¿Y si…?
Y los obstáculos no son solo médicos. Es dejar el trabajo o reducirlo. Es pasar más tiempo en hospitales que en casa. Es ver cómo cambia todo: la rutina, las relaciones, los planes de vida.

Pero dentro de todo ese caos, hay algo que ha hecho que muchos padres no se sientan tan solos: Caminando Juntas.
Porque este grupo no solo ha unido a niñas valientes que luchan juntas. También ha tejido una red invisible pero poderosa entre sus familias. Entre padres y madres que, aunque no se conocían, comparten el mismo dolor, los mismos miedos, las mismas preguntas.
Y en ese espacio, se entienden. Se abrazan sin necesidad de palabras, se apoyan sin juicios, se levantan unos a otros cuando alguno siente que ya no puede más.

Porque solo quien ha pasado por esto sabe lo que duele.
Y porque a veces, compartir el dolor es la única forma de hacerlo más llevadero.

Hoy, Caminando Juntas también significa eso: familias que caminan de la mano, que se sostienen, que luchan juntas. Porque nadie debería pasar por esto solo.